domingo, 15 de marzo de 2015

PADRES TÓXICOS

Las personas estamos genéticamente programadas para tener unos buenos padres que nos amen y nos guíen por el buen camino. En otras especies animales no parece tan necesario sentirse querido y arropado por los progenitores durante la infancia, pero los humanos, según dicen los psiquiatras, hemos desarrollado, en siglos de evolución, un mecanismo que no sólo nos predispone al afecto y el cariño, sino que los ha convertido en algo tan básico e imprescindible como el comer. Y hasta tal punto es así que, según se ha puesto de manifiesto en el reciente curso de actualización en Psiquiatría celebrado en Vitoria, la existencia de unos padres tóxicos puede causar graves daños en la salud física y mental de los hijos.
La especialista Lourdes Fañanas, profesora de la Universidad de Barcelona e investigadora de una red del Instituto de Salud Carlos III asegura que, aproximadamente un 10% de los críos son víctimas de malos tratos, que a la larga favorecen la aparición de enfermedades tanto físicas como mentales. Los datos que aporta sobre maltrato infantil en los países occidentales parecen irreales, pero están sacados de una investigación publicada en la prestigiosa revista científica 'Lancet'. Entre el 4% y el 16% de los menores son víctimas de maltrato físico y en torno al 12% de lo que llaman negligencia psicológica. Además, entre un 5% y un 10% de niñas y un 5% de los niños son víctimas de abusos sexuales de distinto tipo. En números redondos, si se da por bueno este trabajo de Lancet, publicado en 2009, como mínimo uno de cada veinte niños -podría ser el doble, uno de cada diez- sufre agresiones físicas y sexuales y lo mismo ocurre con una de cada diez niñas.
¿Realmente son tantos? Fañanás asegura que existen diferentes tipos de maltrato infantil, una definición dentro de la que se incluyen "situaciones de negligencia en el cuidado de las necesidades más básicas del niño, como la higiene, la alimentación o el cuidado emocional". Otros, añade, son "más extremos, y por fortuna menos frecuentes, y conllevan abuso físico, sexual y psicológico". En general, son situaciones que el menor vive no de forma puntual, sino "crónica y por periodos prolongados de tiempo".
Cambios en el ADN
Todas estas experiencias dejan en el ADN una huella tal que modifican la capacidad de determinados genes para expresarse de manera adecuada cuando la víctima ha de enfrentarse a una situación de estrés emocional. Sus genes, en definitiva -mejor dicho algunos de ellos- dejan de funcionar como deben. Ese mal funcionamiento genético predispone a las víctimas para el desarrollo de "trastornos graves de conducta y enfermedad" tanto física como mental.
Los chavales víctimas de abusos a menudo suelen ser diagnosticados de trastornos mentales y de conducta asociados al trauma. Pero también son frecuentes en ellos problemas metabólicos como obesidad, enfermedades cardiovasculares, problemas musculo-esqueléticos y otras dolencias crónicas.
¿Les ocurre a todos los niños? No. El cerebro, según esta especialista, es lo suficientemente 'plástico' como para adaptarse a la adversidad y superarla. "La capacidad de los niños es tan grande que si reciben el tratamiento clínico y psicológico adecuado, y se les reubica en un buen entorno familiar, el pequeño se recupera".

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