domingo, 25 de septiembre de 2016

Comunicación no verbal en el Aula

LA COMUNICACIÓN NO VERBAL APLICADA AL AULA: ¿LA CONOCEMOS LOS PROFESORES?

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La clave del éxito docente depende de muchos factores, pero uno de ellos es la actitud, la gesticulación y el modo de relacionarnos que, como profesores, mantenemos en el aula tanto durante nuestras explicaciones como en nuestro trato con los alumnos. Es lo que se conoce como lenguaje “no verbal” (expresión del rostro y movimientos corporales) y “paraverbal” (volumen, tono, inflexiones de voz, ritmo…) que va a condicionar el clima en clase y la actitud y reacciones de nuestros alumnos. El 80 % de la información que procesamos procede de los mensajes que transmitimos de forma consciente o inconsciente a través del lenguaje no verbal, solo el 20 % de lo que decimos se procesa. Cuando existe contradicción entre lo que decimos y lo que “hacemos”, el cerebro da prioridad a aquello que interpreta a partir de lo que observa. Por eso, hoy quiero compartir con vosotros este magnífico artículo de Marta Albadarejo publicado en la revista Padres y Maestros donde encontraréis pautas básicas que a todos nos interesa conocer.

La comunicación no verbal en el aula


Ansiedad en niños y adolescentes

Síntomas de que el adolescente sufre ansiedad

Nivel cognitivo:
- Atribución de significado catastrófico (pensamientos de peligro, amenaza, dudas), vulnerabilidad psicológica- pensamientos de no ser asistido en un problema y morir, pensamientos desagradables sobre su vida, fusión pensamiento-acción- anticipación ansiógena.
Nivel fisiológico:
- Aparición repentina de miedo o terror sin motivo, sudoración- taquicardia, problemas digestivos, ardores de estómago, agitación. Tensión muscular-palidez- aumento de la presión arterial, sequedad bucal, emociones de miedo intenso con temblores.
Nivel motor:
-Tics- tartamudeo, imposibilidad para aprender nuevas tareas, huida y evitación de situaciones y sensaciones físicas, aislamiento.

¿Cómo descubrirlo?

Para saber si un niño o adolescente sufre ansiedad, es básico identificar si es un problema y no una adaptación a un nuevo ritmo después de un cambio o vacaciones. Si efectivamente existe el problema, hay que acudir a un profesional. Jorge López Vallejo, nos da las claves para saber si se padece el problema en dos claros casos:
-Análisis después de 15 días de las vacaciones: la Triada Cognitiva:
“La triada cognitiva” consiste en tres patrones de pensamiento principales que inducen a la persona a considerarse a sí mismo, su futuro y sus experiencias de un modo negativo, mostrando un estado de ánimo subjetivo bajo, actitudes pesimistas y una pérdida de espontaneidad entre otros, de una forma mantenida después de 15 días de las vacaciones. Los síntomas se presentan a nivel cognitivo, conductual y emocional, interfiriendo en su vida y en la sensación y percepción que la persona tenga respecto a sí mismo y a su entorno.
La diferencia en este caso de los niños y adultos al tratar esta técnica es grande, ya que los niños presentan un estado de ánimo reactivo en mayor medida que los adultos y se les nota más. Ellos, pueden no verbalizar su disforia o no demostrar que siempre están tristes, así el estado de ánimo varía de un día al otro. Presentan ideas de auto desprecio, irritabilidad y agitación, alteraciones del sueño, alteración del rendimiento escolar con respecto al año anterior, disminución de la socialización, cambios de actitud respecto a la escuela, quejas somáticas, pérdida de energía habitual y cambios del apetito y del peso.
En la parte práctica, son rígidos y exigentes, y en lo cognitivo hay un culto por las apariencias. “El abordaje terapéutico basado en la epistemología sistémica, libre de diagnósticos determinantes, permite el uso de las técnicas de las terapias centrada en el problema y narrativa sin necesidad de utilizar la palabra depresión o distimia en el trabajo directo con la familia. Se parte de la premisa de la persona se enfrenta con un problema y no son un problema” afirma Jorge López Vallejo.
-Análisis de la ansiedad de separación en el colegio
Es una dificultad frecuente entre los niños de 3 a 6 años y la característica esencial de este trastorno es el rechazo a separarse de los padres aunque sea por poco tiempo.
Los síntomas son claros, ya que se observan reacciones de llanto convulsivo incluso cuando los padres pierden el contacto visual por unos minutos o simplemente al ir de una habitación a otra de la casa. La ansiedad excesiva puede manifestarse con dolores de estómago, de cabeza, diarreas, náuseas y vómitos, y con miedos a que ocurra un accidente o que enfermen sus familiares, que se pierdan o que puedan ser secuestrados y no poder reunirse jamás con ellos.
El abordaje psicológico para ello, consiste en enseñar a los padres técnicas específicas para que sus hijos manejen el miedo y que paralelamente apliquen un programa de distanciamiento progresivo adaptado al niño, además de bloquear aquellas tendencias de los padres que alimentan el apego patológico



Padres/pedagogos


ARRANCA EL CURSO ESCOLAR

Las 10 conductas de los padres que entorpecen la educación de los niños

  • Profesores y psicólogos identifican las actitudes más nocivas de los progenitores a la hora de implicarse en la educación de sus hijos
Las 10 conductas de los padres que entorpecen la educación de los niños
Un padre ayuda a su hijo con los deberes (istockphoto)
La mayoría de los padres y madres concede mucha relevancia a los estudios de sus hijos y trata de implicarse en ellos. Pero maestros y psicólogos aseguran que no siempre tienen claro cuál es su papel en el aprendizaje escolar y a veces adoptan actitudes que acaban dañando la educación de los hijos.
ESTUDIAR CON ELLOS
Ser padre y maestro a la vez crea conflictos y dependencia
“Llegan los primeros deberes escolares y ahí están papá y mamá al lado; y los deberes son de la criatura, no de la familia; el deber de la familia es velar por que el niño tenga espacio y tiempo para hacer sus tareas y, si son muy pequeños, facilitar la organización del tiempo”, explica María Jesús Comellas, profesora de la UAB en la facultad de Ciencias de la Educación y psicóloga especializada en las relaciones familia-escuela.
Benjamí Montenegro, del Equip Psicològic del Desenvolupament de l’Individu, dice que el papel de los padres es el de auditores: “Han de controlar que el trabajo esté hecho, pero no entrar en el contenido porque se trata de que las tareas las hagan los niños y así trabajar su autonomía”. Eso no significa que si el niño plantea alguna duda no se le den pistas o herramientas para resolverla. Dicen los expertos que hacer de maestros y padres a la vez no trae más que problemas: crea conflictos familiares diarios y dependencia, porque los niños se acostumbran a que haya alguien encima de ellos para trabajar. Y si el crío tiene dificultades de aprendizaje o necesita refuerzo, el consejo es buscar un profesor particular.
RESOLVÉRSELO TODO
Solventar sus descuidos dificulta su maduración
“Los niños han de aprender a organizarse y a solventar sus problemas, a cualquier edad, y no hay que mandar a nadie corriendo a comprar tinta de impresora a última hora de la tarde porque al día siguiente ha de entregar un trabajo ni llevarle a la escuela el libro o el bocadillo olvidados; si los padres les resuelven todo ‘con tal de que estudien’, no maduran, no asumen sus responsabilidades ni aprenden a ser autónomos”, coinciden Comellas y Montenegro.
FOCALIZAR TODO EN EL ESTUDIO
Hacer de la formación el eje de la vida familiar daña la relación
Los educadores aseguran que una frase muy reiterada de los estudiantes es “a mis padres sólo les interesa si estudio, lo demás no les importa nada”. “Cuando focalizas todo en los estudios, cuando lo primero que le preguntas a tu hijo en la puerta de la escuela es qué deberes tienes o qué nota te han puesto en vez de cómo te ha ido el día, o con quién te has relacionado, transmites que te interesa el aprendizaje, no la persona”, dice Comellas. Y agrega que lo mismo ocurre cuando al hijo universitario se le libera de tareas domésticas porque “su trabajo es estudiar”. “Esa persona tiene que vivir, ha de saber organizarse, tener habilidades domésticas y saber relacionarse, y de eso a veces no nos ocupamos, ni nos interesamos por su vida emocional y relacional”, enfatiza la psicóloga.
QUERER GENIOS
Sobreestimular a menudo provoca el efecto contrario
Los maestros explican que una práctica muy habitual en las familias es la de sobreestimular a los niños. “Todos quieren un hijo genio y les llenan la cuna de artilugios, abusan de juegos didácticos, se afanan porque aprendan muchas cosas y cuanto antes mejor, y esa sobreestimulación no sólo no influye en una evolución cognitiva más rápida, sino que a menudo tiene efectos contraproducentes en forma de problemas de atención o de falta de concentración”, explica Joan Domènech, maestro del colegio Fructuós Gelabert de Barcelona.
Esa impaciencia respecto al aprendizaje provoca, según los psicólogos, que los padres se desesperen ante las primeras dificultades en los estudios o vivan como un fracaso los primeros malos resultados, sin tener en cuenta que la educación es un proceso a largo plazo y que lo que los niños necesitan para aprender es paciencia y ánimo. “Los padres no deberían considerar los malos resultados como un fracaso porque ello reduce la autoestima de los hijos e incapacita cada vez más a unos y otros”, advierten.
PREMIAR LAS NOTAS
El estímulo material desvirtúa y puede aumentar la frustración
Las notas ni se han de premiar ni castigar; se han de elogiar y aplaudir, o analizar si es necesario dedicar más tiempo a estudiar, según los expertos. “El mejor estímulo es descubrir cosas nuevas y desarrollar tus intereses, si hace falta un estímulo material, es que algo no funciona”, apunta Domènech.
Montenegro advierte que los premios pueden causar una doble frustración, porque con frecuencia se ofrecen por notas poco realistas y si el chaval no triunfa a pesar de la recompensa prometida su sensación de fracaso y su malestar es doble: además de no alcanzar su meta escolar, se queda sin regalo.
DISFRAZAR LA VAGANCIA
Buscar trastornos detrás de los fracasos retrasa la madurez
Otra conducta recurrente que observan los educadores es la tendencia de los padres a buscar trastornos neurológicos detrás de los fracasos escolares de sus hijos. “Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez, no un trastorno mental, y a veces se intenta disfrazar esa vagancia como intolerancia a la frustración o intolerancia al estrés, cuando lo que tienen es falta de autonomía”, comenta Montenegro. Comellas subraya que esta actitud tiene que ver con la actitud hiperprotectora de muchos padres que buscan la etiqueta del trastorno para el bajo rendimiento de sus hijos “porque en el momento en que se disfraza algo como trastorno se desculpabiliza a todo el mundo”.
EJERCER DE DETECTIVES
El control absoluto de sus tareas suscita desconfianza
Hay padres que rastrean los deberes, trabajos, las fecha de exámenes o los comentarios de sus hijos en clase a través de la agenda escolar, la web del centro, las redes sociales o implicando en sus indagaciones a los padres de otros niños de la clase, con quienes están en permanente contacto por WhatsApp. “Esa conducta provoca un boquete de desconfianza y no resuelve nada”, advierte Montenegro. En vez de ejercer este control absoluto aconseja realizar un acompañamiento lejano, revisar conjuntamente con el chaval la agenda de tareas pero dejándole que sea autónomo para realizarlas. Y para los padres que optan por preguntar la lección para saber si el niño ha preparado un examen, los expertos recomiendan ponerle tres o cuatro preguntas por escrito, porque normalmente no hay exámenes orales y de nada sirve que el niño se sepa la lección hablando si luego se expresa mal por escrito o comete muchas faltas de ortografía.
USAR EL ESTUDIO COMO PEAJE
Las tareas escolares acaban entendiéndose como un castigo
“Castigado a hacer los deberes” o “hasta que no acabes de leer no hay dibujos” son frases que utilizan algunos padres para incitar a sus hijos a hacer las tareas escolares. Pero los expertos aseguran que el tiempo de estudio debería ser siempre un tiempo de tranquilidad y sosiego, no de regañinas. El objetivo, explican, debe ser ayudar a los niños a descubrir el placer de la lectura o del aprendizaje, y eso no se consigue si se plantean las tareas escolares como un castigo o como un peaje necesario para poder disfrutar de actividades placenteras como salir con los amigos, ver la televisión o jugar con la consola.
Y a medida que crecen, han de entender la relación entre esfuerzo, dedicación y resultados, “y asumir que si han de estudiar más porque han tenido malas notas se trata de una inversión, no de un castigo”, indica Comellas.
PROYECTARSE EN LOS HIJOS
Las expectativas no siempre se adecúan a las capacidades
Los psicólogos consideran que en muchas familias pesan más las expectativas que tienen los padres sobre los estudios de los hijos que las preferencias o capacidades de estos, y muchos chavales son orientados a estudiar lo que quieren o les gusta a sus progenitores. “En este país confundimos inteligencia con título, continuamos desprestigiando la formación profesional y no valoramos la creatividad como un medio para vivir”, reflexiona Comelles.
NO RESPETAR LA LÍNEA ESCOLAR
El modelo de los padres no garantiza el éxito hoy
Muchos padres piensan que el modelo y los métodos educativos que les sirvieron a ellos les servirán a sus hijos, pero la escuela ha cambiado mucho y los niños también. “Lo que a ti te gustaba del colegio, lo que aprendías entonces o cómo lo aprendías no tiene por qué ser un modelo de éxito para tus hijos”, advierte Domènech. Y por eso considera un error que los padres traten de enseñar a los hijos a leer o a calcular por su cuenta o les pongan actividades de refuerzo en casa, sin considerar que quizá están interfiriendo en el ritmo o el método pedagógico que sigue la escuela. “Uno ha de plantearse a qué escuela lleva a su hijo, asegurarse de que comparte las mismas ideas, y luego acompañar al niño en el aprendizaje pero con respeto al proceso que siguen en la escuela, y no dar al niño mensajes diferentes”, reflexiona. Los educadores son especialmente críticos con los padres que muestran constantemente su desacuerdo con los profesores en presencia de los niños, porque estos aprovechan esa situación para manipular a unos y a otros.