miércoles, 8 de abril de 2015

EL SUFRIMIENTO DE TENER DISLEXIA

La injusticia de llorar por la dislexia

Hayda Ramos
La dislexia está en la persona; el problema, en el entorno y en el sistema, que no entienden que una dificultad en el aprendizaje no implica menor inteligencia. Y que no todos aprendemos de igual forma ni al mismo ritmo.
Esfuerzos no recompensados, suspensos no merecidos y eternas tardes de deberes se traducen, con el tiempo, en inmensos problemas de autoestima.
La vida es un castillo que se derrumba una noche cualquiera cuando, después de un día de clase, tu hija te dice, con rabia, "mamá, yo no soy tonta": una madre sabe que si una niña pronuncia esas palabras, es porque han hecho que se sienta señalada, desplazada, incomprendida... y tonta. La dislexia está en la niña; el verdadero problema, en el entorno y en el sistema, que no entienden que una dificultad en el aprendizaje no implica una menor inteligencia. Y que no todos tenemos por qué aprender ni de la misma manera ni a igual ritmo.
A estas alturas nadie debería dudar: las personas con dislexia "son plenamente capaces de hacer todo. Son, además, muy creativas e imaginativas. Y son un activo para la sociedad", recuerda a GACETA.ES María Sanz-Pastor, presidenta de la asociación Madrid con la Dislexia y madre de seis hijos con este trastorno. Steve Jobs o Albert Einstein son solo dos de los grandes nombres propios de la historia ligados para siempre a la dislexia, "pero eso no es lo normal. Lo normal no es tener un Jobs o un Einstein en casa".
Lo normal en España -que no lo lógico- es luchar contra un sistema que tiene que desterrar para siempre los "eres tonto" y los "no te enteras", y que tiene que comprender que, ante la dislexia, "repetir no es la solución". Esfuerzos no recompensados, suspensos no merecidos y eternas tardes y noches de deberes se traducen, con el tiempo, en inmensos problemas de autoestima. "Todo niño necesita sentirse un rey, algo que solo pasa durante la etapa de Educación Infantil".
Después, durante toda la educación obligatoria, la mochila de la autoimagen se va llenando de complejos por ser diferente, de lágrimas por las notas leídas en alto, de la acumulación de faltas de ortografía señaladas en rojo en los exámenes, de la sensación de quedarse atrás con respecto a los compañeros... "Hay que reconducir y buscar soluciones antes, en las primeras etapas, no dejar que el niño se rompa". De la falta de autoestima se deriva, irremediablemente, la ausencia de motivación y de confianza en uno mismo. "Si el estudiante piensa que en un examen va a sacar un 4, no se esfuerza ni para un 1. ¿Para qué? Si va a suspender de todas maneras...".
Desde su experiencia, Sanz-Pastor considera que "es una injusticia que el sistema haga llorar a los niños y sus familias por una dislexia", término que explica el calvario. Un problema que tiene solución para que "todos los niños puedan aprender igual": es necesario "crear un marco legal, formar al profesorado e implantar métodos de detección temprana y adecuaciones a la hora de evaluar". También es importante que los estudiantes puedan acudir a terapia, por lo que su acceso debe estar garantizado por parte de la Administración: "Es imprescindible que los niños cuenten con la ayuda de un logopeda".
Pero las medidas también son de otro tipo: "Si se apostara por aulas emocionalmente saludables, en las que la dislexia fuera normalizada, desaparecerían muchos problemas. Es incomprensible que se cuiden las condiciones ergonómicas en los puestos de trabajo pero no en el aula", advierte Sanz-Pastor, que añade que "exactamente igual que nadie pone en duda que una persona con miopía necesite gafas, nadie debería dudar que una con dislexia necesite una metodología diferente. Si un alumno no sabe las respuestas, no podrá contestar por mucho que se le lean las preguntas".

El difícil equilibrio de las familias

Hoy, miles de alumnos en España quedan, cada curso escolar, en manos del azar: "Cuando te toca un profesor formado y sensibilizado todo cambia y el niño mejora". Pero la situación actual es de tal disparidad entre comunidades autónomas que, en 2014, por ejemplo, Murcia impartió siete cursos, por uno solo de Madrid con el que se formaron "70 profesores". "Cataluña, Canarias y País Vasco son las comunidades que mejor atienden; Madrid, la más atrasada".
En casa, la dislexia es sinónimo de "soledad, incomprensión y mucho estrés", según Guida Cubillo, directora de Relaciones Públicas e Institucionales de Madrid con la Dislexia, que añade que "los horarios laborales son muy duros para conciliar" al tiempo que destaca "el miedo que hay a la palabra dislexia". Por su parte, Sanz-Pastor, que es también autora del blog Mis disléxicos, reconoce que las dificultades que tienen que afrontar las familias llegan a suponer, con frecuencia, un peligro para el matrimonio y las relaciones entre hermanos, aunque la lucha, afirma, "merece la pena".
Niños rechazados por unos planes de estudios que no les comprenden, niños que tienen que aprender a manejarse en el mundo de la no dislexia; "niños que duplican la ansiedad de sus madres" y que presentan, incluso, "problemas de alopecia a los 5 años". Niños, también, "con una capacidad de resiliencia muy grande, ya que se han caído y han tenido que levantarse en infinidad de ocasiones". Niños a los que de niños hacen sentir tontos y que "en la adolescencia no quieren verse marcados por el sello de la dislexia", explica Cubillo. Niños que tienen que superar una barrera que no se ve, pero que, al fin y al cabo, merecen "ser felices, estar contentos y motivados". Niños, concluye, a los que "hay que dejar volar, y no meter en una urna".

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