domingo, 23 de agosto de 2015

ABURRIMIENTO

  • Los pequeños de hoy están sobreestimulados, y cuando disponen de tiempo libre no saben qué hacer con él. Lejos de ser algo malo, puede ser la oportunidad para potenciar su creatividad

Parece un contrasentido, pero nada más lejos de la realidad: con el aburrimiento se pone en marcha la imaginación y surge la creatividad. Y ahora, durante las vacaciones de verano, es el momento ideal para que los niños aprendan a aburrirse y a romper con toda la sobreestimulación que viven el resto del año, como advierte Catherine L’Ecuyer, autora de 'Educar en el asombro' y 'Educar en la realidad').
Hay que acabar con el estigma de que el aburrimiento es malo. Al contrario, "es el preámbulo al juego y a la creatividad", sostiene L’Ecuyer. Algo de lo que la mayoría de los padres no son conscientes, pues gran parte de ellos se sienten culpables cuando sus hijos se quejan de que están aburridos. "Los padres se angustian por no saber qué hacer, creen que el niño lo pasa mal. Y se anteponen, como adultos, diciendo qué tiene que hacer para no aburrirse y a qué jugar", dice Verónica Corsini, psicóloga de Psyquia Servicios Psicológicos Madrid.
Incluso hay padres víctimas de los juegos educativos, según L’Ecuyer. "No es necesario comprar a los niños juguetes que caminan, libros que hablan o dvd para aprender idiomas. Está probado que lo que más necesitan es un buen desarrollo del juego y de las relaciones con sus principales cuidadores", defiende.
Sobrecarga de actividades
Los peques de hoy no se aburren más que los de otras épocas, sino quetienen menos recursos para afrontar ese aburrimiento, explica Corsini. "No son capaces de usar la imaginación ni de aprovechar su tiempo libre. Tienen de todo para entretenerse, sin embargo, carecen del tiempo y de las estrategias necesarias para crear su propio juego", opina también Patricia Francisco San Julián, psicóloga infantojuvenil de ISEP Clínic Madrid.
Las tres expertas coinciden en señalar que las nuevas tecnologías han contribuido a que ahora los niños pasen más tiempo ensimismados ante las pantallas y a veces no jueguen lo suficiente. "Cuando los niños se aburren, normalmente es porque su vida cotidiana está condicionada por un ritmo de vida frenético, por el consumismo o por niveles de estímulos demasiado altos y/o por la omnipresencia de las pantallas ante las que se vuelven pasivos", defiende L’Ecuyer. "Muchos niños antes que coger un lápiz saben mover el dedo para pasar la pantalla del iPad", se queja Corsini.
Los críos están sobreestimulados. No solo por las TIC: la sobrecarga de actividades extraescolares y una agenda diaria repleta de horarios sin apenas tiempo libre han hecho que los niños hayan perdido su capacidad innata para salir del aburrimiento. "Las nuevas tecnologías se usan como un recurso para todo. Se está haciendo un uso indebido de las pantallas para paliar el tiempo libre. Esto no implica que los niños tengan un problema porque no saben jugar, sino que no han aprendido a utilizar otros recursos diferentes. Los que juegan habitualmente con consolas se van a sentir aburridos más a menudo que otros que no. Incluso después de eliminar el hábito, puede que pasen meses antes de que encuentren otras actividades que les apasionen", sostiene Patricia Francisco.
Recursos cercanos
Aburrirse es muy común en los preadolescentes y adolescentes, de 10 a 14 años. En todas las edades, existen recursos muy sencillos para mitigar el aburrimiento. Desde actividades deportivas, ir al cine o colaborar en las tareas domésticas como forma de autonomía en los más mayores, a explorar el entorno más cercano para los más pequeños. "La playa es un sitio maravilloso para que los niños experimenten más la creatividad y desarrollen sus propios recursos", recomienda Verónica Corsini. "La naturaleza es la primera ventana al asombro, y el asombro es el deseo de conocer. No hay nada mejor que un paseo por la naturaleza, y si es con una lupa después de un día de lluvia mejor, para desaburrirse o pasar del aburrimiento al juego", aconseja L’Ecuyer.

viernes, 21 de agosto de 2015

VIOLENCIA DE GÉNERO / EDUCACIÓN

VIOLENCIA DE GÉNERO, UNA CUESTIÓN DE EDUCACIÓN SOCIAL

machismo
La violencia de género es una forma específica de violencia del hombre hacia la mujer por el simple hecho de serlo. Se fundamenta en el sistema patriarcal y de supremacía donde el hombre se cree superior a la mujer. Se define como todo acto de
violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como privada (referencia: Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género)
La Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia incluye el reconocimiento a los/as menores expuestos/as a violencia de género como víctimas.
La realidad constata día a día, desgraciadamente, que este tipo de violencia no cesa, por lo que es esencial trabajar sobre ella, y la Educación Social juega un papel importante en varios niveles:
PREVENCIÓN:
El sexismo se aprende desde la infancia, la igualdad también, por ello es fundamental empezar a sensibilizar, prevenir y detectar la violencia desde esa etapa (coeducación, igualdad, empoderamiento, educación emocional…) Pero no solo a la infancia se reduce el ámbito de actuación de los/as Educadores/as Sociales en esta temática: es necesario trabajar con madres, padres y familiares (evitar la socialización diferencial, roles de género…); con profesorado (currículum oculto, estereotipos…) y con la sociedad en general, incluyendo por tanto la educación formal, no formal e informal.
INTERVENCIÓN:
Los/as Educadores/as Sociales pueden trabajar con mujeres y menores víctimas de violencia de género (intervención en casos de emergencia; acompañamiento; asesoramiento; acciones socioeducativas estratégicas; seguimiento, etc) y también con los hombres que agreden, a través del diseño, desarrollo y evaluación de programas de intervención específicos, trabajando aspectos como la toma de conciencia de pensamientos, actitudes y creencias sexistas que justifican la desigualdad de género; identificación de las distintas formas en las que se ejerce la violencia de género; asunción de la responsabilidad; trabajo de la empatía, habilidades sociales y de comunicación, etc.
No hay varitas mágicas con las que solucionar esta lacra, pero estos pequeños apuntes, junto con el trabajo interdisciplinar, la coordinación –y eficiencia- institucional (a nivel sanitario, psicológico, judicial…), etc. se irá en la dirección correcta.
Se pueden hacer muchas cosas si hay voluntad para ello, así que… ¡¡A EDUCAR!!

HIPERACTIVIDAD ????

PEQUEÑOS RELATOS:

jueves, 20 de agosto de 2015

CASTIGOS

¿Cómo castigar a un niño de forma eficaz? Un estudio de EEUU aporta dos herramientas clave

sábado, 08 de agosto del 2015 - 13:44
  • ¿Son efectivos los castigos sobre los menores? Sí, pero hay que conocer las claves para aplicarlos con acierto. 
  • Investigadores de EEUU han estudiado los efectos de los castigos de un centenar de madres y el mejor método para modificar conductas de los menores.
Los castigos pueden ser efectivos si se hacen correctamente
“Al fin y al cabo, los niños, incluso los más pequeñitos, son seres pensantes... Casi podríamos decir que son seres humanos…”. El humor del genial grupo de música argentino Les Luthiers abordó con su peculiar estilo un tema que trae de cabeza a los padres de todos los tiempos: “¿cómo castigar al niño para que aprenda?” Investigadores de la Universidad estatal de Oklahoma han estudiado la eficacia de dos herramientas clave en la conducta humana: el compromiso y el razonamiento.
Los resultados de esta investigación han sido presentados recientemente en la convención anual de la Asociación Americana de Psicología. Su conclusión principal es que los castigos a los niños son eficaces, y por tanto necesarios, si se aplican con las miras puestas en el aprendizaje que el niño puede obtener de ellos, o lo que es lo mismo, qué grado de comprensión establece entre el error y las consecuencias del mismo.
Los investigadores norteamericanos escucharon las experiencias de 102 madres. Anotaron lo que había ocurrido con sus hijos en cinco ocasiones en que habían sido castigados por pegar, desafiar, desobedecer o montar rabietas. Y cómo reaccionaron los niños tras el enfrentamiento.
El análisis de estas experiencias demostró que que la táctica más eficaz para modificar el comportamiento de manera inmediata, al margen de la clase conducta que se pretendiera corregir, pasaba por el compromiso. Cuando el menor tenía ante sí el reto de comprometerse con algo, su comportamiento mejoraba.

Rabietas y desafíos

Muchos menores que se encuentran con algún tipo de frustración, lloriquean como herramienta de negociación con la madre o padre (una escena típica es el niño que se tira al suelo en un supermercado porque no le compran el producto que le gusta).
En estos casos, los datos del estudio apuntan al razonamiento como estrategia más eficaz para modificar la conducta.
Los investigadores vieron que cuando un niño pegaba a otro o adoptaba una actitud desafiante con los padres, resultaba más práctico a corto plazo aplicar directamente el castigo. Con todo, el castigo no era la mejor estrategia a largo plazo ni siquiera cuando pegaba o desafiaba. Tampoco servía en este último caso plantearles un compromiso. Cuando se trata de modificar conductas a largo plazo, debe intentarse razonar con el menor para que entienda por qué determinadas conductas no son admisibles en tal o cual circunstancia, o en ninguna. El tiempo de dedicación y la paciencia del adulto en este paso resulta fundamental, dado que no todos los niños entienden de la misma forma y en el mismo plazo de tiempo.
Los castigos conseguían mejorar el comportamiento a larzo plazo de los niños que mostraban actitudes desafiantes con los padres. De ahí que los expertos hayan aconsejado a estos últimos que adviertan a los pequeños del castigo que se van a llevar si insisten en su actitud. Cuando un niño sabe lo que le va a ocurrir si realiza alguna acción explícitamente prohibida, fija en su memoria la relación existente entre una ‘trastada’ y su consecuencia, lo cual contribuye enormemente a su aprendizaje para futuras ocasiones.

Criterios para un castigo eficaz

La educación es un arte que requiere de mucha observación y experiencia con los niños. Las recompensas y los castigos, como parte de la educación de un menor, deben ser administradas con sumo cuidado.
Está comprobado que los castigos son un arma de doble filo. Si no se aplican en su momento, proporción e intensidad adecuadas, pueden resultar contraproducentes. Los castigos físicos, que durante siglos han constituido una herramienta prioritaria en la corrección de conductas erróneas, han dado lugar en muchos casos en agravantes de dichas conductas.
Otro tipo de castigos no físicos (del tipo “ahora tendrás que hacer esto” o también “ahora no podrás hacer aquello”) tampoco obtienen por sí mismos resultados esperados. No existe castigo infalible si no se aborda la actitud y las disposiciones del niño en concreto.
Los educadores proponen varios criterios que pueden orientar a los padres.
  • En la medida de lo posible, no castigar ‘en caliente’. Los castigos sirven para que el niño aprenda, no para desahogar al adulto. Si el niño ha provocado un enfado muy grande, conviene dejar pasar un tiempo antes de aplicar la sanción (pero no dejar de hacerlo).
  • Nunca perder de vista el grado de madurez del menor. No todos los niños tienen la misma edad ni son igual de inteligentes ni aprenden de igual modo ni viven las mismas circunstancias. Un castigo eficaz a un niño no tiene por qué producir el mismo resultado con su hermana o con su compañero de clase. El profesor de Desarrollo Humano y Ciencias de la Familia de la Universidad estatal de Oklahoma, Robert Lazerlere, adivirtió del peligro de excederse en la firmeza. "No hay una sola medida que sirva para todos", recuerda el responsable del estudio.
  • Asegurarse de que el niño va a entender la relación entre el error y el castigo. Si un chico se ha portado mal en la piscina, tratará de corregir su error si tiene que privarse de esa diversión durante un tiempo determinado. En este caso, resulta más eficaz ese castigo para corregir la conducta equivocada que no otro (como quedarse sin tele o merienda).
  • Proporcionalidad. Aunque lo normal es que protesten por todos los castigos, los niños tienen sentido común y son capaces de asumir la gravedad de sus error calibrando la gravedad del castigo. No sirven los castigos leves para las trastadas graves y tampoco lo contrario.
  • Criterio de excepcionalidad. Los castigos no pueden convertirse en los reguladores cotidianos del comportamiento. Los castigos son los límites del amplio campo de la libertad humana. Los niños deben entender la racionalidad de las normas, que no tratan de coartar al individuo sino de facilitar la convivencia.
Por último, no hay que olvidar que existen herramientas educativas incluso más eficaces que los castigos, como el refuerzo de conductas positivas. Los padres y tutores deben valorar las buenas acciones de los niños, y hacérselo saber para que refuercen y repitan en el tiempo todo aquello que están haciendo bien.