miércoles, 24 de agosto de 2016

DEBERES

Deberes , sí o no.

Ante tanto debate, como Pedagoga diré que rotundamente Sí.

Pero no a LOS deberes. Sino a UNOS PARTICULARES. Que deben ser los que cada niño necesita para reforzar y mejorar.

En mi Aula aconsejo y trabajo con CADA UNO, en lo que necesita.

Esto lo hacemos a través de la observación de cada alumno.

Si observo que un niño o adolescente está pasando por un momento que le angustia y desconcentra...ese día sus DEBERES serán hablar, analizar y sacar conclusiones. Y ese día nuestro trabajo será que cuando se vaya de nuestra Aula, lo haga,, comprendiendo porqué se siente así y como gestionarlo ( inteligencia emocional).

Otro día, será necesario explicarle contenidos de matemáticas o de inglés ,etc...

Si intentamos separar e ignorar algunas partes de la vida diaria del niño, no estaremos completando sus necesidades, ni su EDUCACIÓN.
Y las consecuencias se verán a largo plazo.

Irremediablemente , todo afecta al desarrollo del niño. Incluso lo que muchos padres ignoran.

Por eso un pedagogo es siempre recomendable en la vida de un niño.

martes, 23 de agosto de 2016

ATENCIÓN A LAS SEÑALES De ACOSO ESCOLAR

400.000 víctimas más de acoso escolar en cuatro años

Un estudio de la Universidad de Valencia alerta de la escalada de casos entre niños de 12 y 18 años
Lunes, 22 de Agosto de 2016 - Actualizado a las 06:03h.
valencia- Un estudio de matemáticos de la Universitat Politècnica de València (UPV) augura que de aquí a 2020 cerca de 400.000 niños y jóvenes, de entre 12 y 18 años, podrían convertirse en nuevas víctimas de acoso escolar en España, alrededor de 50.000 cada semestre. El estudio, desarrollado por investigadores del Instituto de Matemática Multidisciplinar de la UPV, abarca el periodo de julio de 2015 a enero de 2020 y para su realización han aplicado la modelización dinámica a través de ecuaciones en diferencias. Los matemáticos han dividido en cinco categorías a la población escolar con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años: víctimas, agresores, defensores de los agredidos, colaboradores de los agresores y espectadores que no apoyan ni a unos ni a otros. En total, una población de 3.100.000 escolares.
Lucas Jódar, director del Instituto de Matemáticas Multidisciplinar y uno de los autores del estudio, explicó a Efe que construyeron el modelo matemático tomando como dato de partida referencias estadísticas oficiales de víctimas debullying. También se tomaron como referencia diferentes factores socioculturales, demográficos y económicos, agregó Jódar, quien indicó que de ese modelo matemático se obtuvo la “posible evolución del número de individuos englobados en cada una de las subcategorías establecidas”.
El estudio de los investigadores del IMM-UPV también señala que 388.072 escolares (9,83%) están clasificados como defensores de los agredidos, 1.232.196 (49,20%) como indiferentes, 833.353 (21,11 %) como cooperadores y agresores, 725.530 (18,38 %). El informe permite conocer la evolución de cada uno de los grupos poblacionales cada seis meses y, según se desprende de la aplicación del modelo, de aquí a 2020 se producirían cerca de 100.000 nuevos casos de acoso escolar cada año “si nada cambia respecto al entorno legal en los centros y la actitud de los mismos hacia el problema”, concluyó Jódar.
El también profesor de la UPV, señaló que el acoso escolar, igual que la violencia machista, es un “problema oculto”, ya que se producen más casos que los que se hacen públicos. Además, los menores que practican violencia escolar hoy en los colegios “mañana, con grandísima probabilidad, lo harán contra su pareja o contra la sociedad”, añadió Jódar, quien afirmó que la huella del acoso escolar en la víctima “le dura prácticamente toda su vida”.
“Es un problema gravísimo y en los colegios de España no se hace nada, los profesores no se comprometen y los directores ocultan los casos para que no hablen mal del centro”, indicó el investigador, quien lamentó que tampoco exista cobertura legal.
A su juicio, “leves medidas” como poner en todos los institutos carteles pidiendo a aquellos que conozcan algún caso de acoso escolar que lo denuncie, “produciría un efecto increíblemente positivo”. También señaló que aunque estas cifras de víctimas de acoso escolar en España parecen elevadas, en otros países como Francia se elevan a los 700.000 casos al año. El trabajo elaborado por el Instituto de Matemática Multidisciplinar de la UPV fue presentado en unas jornadas celebradas en la Ciudad Politécnica de la Innovación. - Efe

domingo, 21 de agosto de 2016

VUELTA AL COLE

Es muy importante prevenir.

Y es vital que el niño / adolescente recupere el ritmo y se ponga a punto para comenzar el curso. Repasar y preparar nuevos contenidos.

Para reservar plaza, 94 4413662 /  622 373662,  evayebrasoto@gmail.com

MOBBING A NIÑOS y ADOLESCENTES

Atención , porque un mal rendimiento escolar, puede ocultar maltrato, o bien;
 un sentimiento y una percepción irreales, pero que igualmente atormentan al chaval.

Consultas,
evayebrasoto@gmail.com

ACOSO ESCOLAR

Todos sabemos que muchos niños y adolescentes sufren acoso de algún tipo.

Este puede ir desde un maltrato real en el aula o en pasillos , patios, por redes sociales...a un sentimiento del chaval, que le hace sentir diferente y aislarse...

Lo que pocos saben, es que descubrirlo es algo , la mayoría de las veces, muy complicado.

Esa es mi especialidad...

domingo, 10 de julio de 2016

CASTIGO/HIJOS

CLAVES PARA LA EDUCACIÓN FAMILIAR

¿Cuáles son los límites del castigo a los hijos?

  • Los expertos dicen que el cachete o el encierro en la habitación es pasado; ahora se quita al niño lo que no se ha ganado
¿Cuáles son los límites del castigo a los hijos?
Yamato Tanooka perdió más de dos kilos durante la semana larga que pasó perdido en un bosque tras el castigo de sus padres (The Asahi Shimbun / Getty)
Yamato Tanooka, de 7 años, fue abandonado por sus padres en un bosque de Japón como castigo. El niño viajaba con su familia en coche y su padre detuvo el vehículo en mitad de la carretera y le obligó a bajarse. La intención de los progenitores era dar un escarmiento a su hijo por su mal comportamiento. Dejarlo un rato ahí, para después volver y recogerlo. Pero cuando regresaron al lugar su hijo había desaparecido. Pasó seis días perdido en el bosque. El castigo se les fue de las manos. Como al matrimonio de Madrid, juzgado hace unos días, por golpear y encerrar a su hija, de 16 años, en un trastero sin ventanas por llegar tarde a casa tras una fiesta de cumpleaños. La madre de la menor intentó también cortarle el pelo. Tras pasar dos días encerrada en el trastero, la trasladaron a su habitación, en cuya puerta colocaron un candado. La chica lanzó un papel por la ventana pidiendo ayuda y la adolescente fue liberada por la Policía. Los padres se enfrentan ahora a una petición de pena de seis años de cárcel.
Son dos ejemplos de castigos desproporcionados, que rayan en el delito. Pero ¿dónde está el límite?, ¿el castigo a los hijos es necesario? ¿Debe tenerse en cuenta la edad del niño? Preguntas que seguro que se hacen muchos padres cuando sus hijos se portan mal y quieren enmendar esas conductas. Aplicar la medida correcta y hacerlo además en el momento oportuno no siempre es una tarea fácil. Y más en una sociedad, como la actual, con una exagerada sobreprotección con los hijos.
Álvaro Bilbao, doctor en Psicología, neuropsicólogo y autor de El cerebro del niño explicado a los padres, sostiene que “la neurociencia nos dice que los castigos son poco eficaces”. Bilbao es consciente de que a muchos padres les puede chocar esta afirmación, pero insiste en que numerosos estudios coinciden en que los niños aprenden mejor la lección con otras técnicas, “como poner límites o reforzar las conductas positivas, que con un castigo”. Arantxa Coca, psicopedagoga familiar, afirma, por su parte, que “el límite está en la forma del castigo”. Y añade: “No está prohibido castigar. De hecho, en la vida adulta el castigo también existe impuesto por leyes que te multan y sancionan si te portas mal. Así que el castigo como manera de sanción no es reprobable en sí mismo, pero sí lo puede ser la forma en como se lleve a cabo o la acción aplicada”.
Álvaro Bilbao apunta, al respecto, que “todo padre ha de tener en mente y muy claro que hay otras opciones para resolver los conflictos con los hijos y, si finalmente decide castigar, no puede sobrepasar ciertos límites como por ejemplo la agresión física o emocional. El dolor emocional que puede suponer insultar a un hijo o humillarle puede ser mucho más duradero que un castigo físico”, afirma.
Este neuropsicólogo aconseja “poner normas claras en casa, explicar al niño el comportamiento que esperamos de él o ella y reconocer y fijarnos en aquellas ocasiones en las que el menor tuvo un buen comportamiento. Si nos centramos sólo –continúa Bilbao– en decir al niño lo que no hace bien, su comportamiento posiblemente empeore. Mientras que si nos fijamos en lo positivo su comportamiento tenderá a mejorar. El cerebro funciona así”.
¿Es mejor desplegar, por lo tanto, una política de premios que tener siempre preparada la lista de castigos? Contesta Arantxa Coca: “Premiar es estimular, incentivar, provocar un efecto a un esfuerzo, algo que también existe en la vida adulta, con lo cual es lógico que esté también presente en la vida del niño para reforzar sus motivaciones y, aún más importante, educarlo en la cultura del esfuerzo, esto último muy escaso en las nuevas generaciones”.
Si no queda más remedio que castigar, Coca insiste en que “el castigo correcto es aquel que enseña algo, no únicamente reprime o priva cosas”. Y añade que “debe servir para enseñar, no para obtener obediencia a través del miedo”.
La psicóloga infantil Silvia Álava coincide con Arantxa Coca al afirmar que “el niño debe entender, cuando se le castiga, que con esa medida no se le quita ni prohíbe nada. Simplemente no le permitimos que disfrute de algo que no se ha ganado”. Y el castigo tiene que estar además relacionado con la conducta que se quiere sancionar. Si el conflicto lo ocasiona el teléfono móvil, la respuesta tiene estar relacionada con el uso de ese aparato. El error es castigar esa acción con otra medida, como podría ser no salir de la habitación durante una tarde, sin ninguna relación con las normas sobre el uso del teléfono. “De nada sirve castigar quitando el teléfono móvil si ese aparato no tiene relación directa con la falta cometida por el menor”, insiste Arantxa Coca. La tendencia de “te voy a castigar quitándote lo que más te gusta para que te duela” no enseña nada a los hijos. “Lo único que se consigue –continúa Coca– es resentimiento contra los padres”
Álvaro Bilbao revela que una de las claves del éxito en la difícil tarea de educar a los hijos es no confundir refuerzo con premio. “Refuerzo significa reconocimiento y llega después de un buen comportamiento, nunca como condición a la acción correcta. Por ejemplo, cuando mi hijo recoge la mesa le digo que lo ha hecho muy bien”. El error de muchos padres está en decir a los hijos que si recogen la mesa tendrán un premio. “Es entonces cuando los niños interpretan que sólo
tienen que portarse bien si después llega la recompensa”, añade ­Bilbao.
Otro error repetido entre muchos padres es el de aplicar los castigos a deshora. La medida
debe tomarse de inmediato y dejar claro que es por una acción concreta. Estos expertos desaconsejan, asimismo, la imposición de castigos por largos periodos al entender que esa medida desvirtúa la finalidad educativa de la respuesta a una conducta inapropiada.
Otra pregunta inevitable es si antes, cuando nadie se escandalizaba por una bofetada dada en el momento oportuno, se educaba mejor. Álvaro Bilbao considera que ahora “dedicamos más esfuerzos que generaciones pasadas en conseguir que nuestros hijos se sientan queridos. Sin embargo –continúa–, cometemos errores nuevos como colmar los deseos de los niños por el temor a que sientan frustración y eso provoca que nuestros hijos entren demasiado pronto en la sociedad de consumo”. Así que según Bilbao “la crianza es hoy algo mejor, pero la educación un poco peor”. Arantxa Coca opina, al respecto, que hace unas décadas “los padres eran más firmes en el cumplimiento de normas y a la hora de marcar límites”. Aunque considera que esa firmeza tenía una parte negativa, “pues muchas veces se conseguía con un cachete en casa o la humillación pública en la escuela”.

domingo, 26 de junio de 2016

Intolerancia a SORBITOL/FRUCTOSA

Intolerancia a la fructosa y sorbitol

Introducción. Conceptos básicos.


   La fructosa es un monosacárido, también conocido como levulosa o azúcar de las frutas y la miel. Durante la década de los 70 comenzó a comercializarse como edulcorante para diabéticos ya que tiene una alta capacidad endulzante y menos calorías que la glucosa y sacarosa. Sin embargo estudios en los años 80 mostraban que las personas que seguían dietas ricas en este monosacárido desarrollaban con más frecuencia un síndrome metabólico: obesidad, diabetes tipo II, hiperuricemia con gota y aumento de colesterol y triglicéridos en sangre. Esto se debe a que la fructosa necesita ser metabolizada en el hígado, donde se acumula finalmente en forma de glucógeno. Además la fructosa, a diferencia de otros azúcares, sacia mal el apetito.
   El sorbitol o glucitol es un alcohol azúcar que se encuentra de forma natural en las algas rojas y en las hojas y frutos de las plantas de la familia rosaceae como son las peras, manzanas, ciruelas, membrillos, ciruelas, melocotones y otros duraznos (como los albaricoques). Se usa como edulcorante, espesante y humectante, destacando su alta capacidad de endulzar aportando pocas calorías. Por lo tanto es fácil encontrarlo en productos dietéticos, zumos comerciales, medicamentos, chicles y gominolas, bollería industrial, galletas, pasta de dientes, surimi, etc.
La malabsorción de fructosa se produce por el déficit del transportador intestinal específico para la fructosa GLUT5, una proteína codificada genéticamente presente en el borde en cepillo de las células intestinales (enterocitos) y cuya misión es introducir la fructosa desde la luz del intestino delgado al interior de éstas. Este transporte es facilitado y por tanto ocurre sin consumo de energía y es dependiente de la concentración de fructosa en la luz intestinal (osmosis).  Pero el mecanismo de absorción de la fructosa es aún más complejo ya que interviene otro transportador no específico y compartido con la glucosa y galactosa, el GLUT2 presente en la zona basal del enterocito, cuya misión es pasar la fructosa, glucosa y galactosa de la célula a la sangre. Este transporte también es pasivo, es decir sin consumo de energía y depende de la concentración de glucosa en la célula intestinal y la sangre, así como de los niveles de insulina liberada. Por tanto unos altos niveles de glucosa en la luz intestinal y por tanto en el enterocito, estimula el GLUT2 y facilita de forma significativa también el transporte de la fructosa. Esto explicaría porque en presencia de glucosa se pueden absorber altas cantidades de fructosa sin dificultad, pero si no hay glucosa la absorción de fructosa disminuye considerablemente (hasta un 80-90%). Este mecanismo es el que explica que intolerantes a fructosa puedan tomar sin dificultad sacarosa o azúcar común, compuesta por glucosa y fructosa, ya que la mezcla de ambos en la luz intestinal y por tanto después en el enterocito facilita la actuación de los transportadores de la fructosa de una forma significativa. Sin embargo la mezcla con sorbitol dificulta aún más la absorción de fructosa, ya que ambos compiten por el mismo transportador GLUT5.
   La malabsorción de sorbitol, como la de la fructosa, se produce también por un déficit del transportador intestinal específico. No obstante, incluso en la personas sin este déficit, solo se puede absorber una cantidad limitada de este azúcar, aproximadamente unos 20-25 gramos, por lo que en personas sanas superar este margen puede producir también síntomas.
   La intolerancia a fructosa son los síntomas asociados a esta malabsorción, ya que la fructosa no absorbida pasa al colon, donde las bacterias intestinales la someten a un proceso de fermentación con la liberación de gases como el hidrógeno, dióxido de carbono y metano, así como ácidos grasos de cadena corta y agua.
   La intolerancia la sorbitol son los síntomas asociados a la malabsorción de este, siendo estos muy similares a los de la fructosa.


Frecuencia de esta intolerancia.


No se conoce la frecuencia real de estos tipos de intolerancia, pero se calcula que en mayor o menor medida puede afectar entre un 40 a 60% de la población, sin que se identifiquen claros factores geográficos o raciales como ocurre en la intolerancia a lactosa.


Tipos de intolerancia.

Existen dos tipos fundamentales de intolerancia: primaria y secundaria.
 La intolerancia primaria se produce por un déficit de la enzima transportadora y se cree que va mediada genéticamente, desarrollándose a lo largo de la vida.
  La intolerancia secundaria no está codificada genéticamente y se debe a la presencia de una enfermedad intestinal que daña el borde en cepillo de la mucosa intestinal de forma transitoria aunque también puede ser permanente. Así es común en las gastroenteritis, sobrecrecimiento bacteriano, enfermedad inflamatoria intestinal, enteritis por radiación y celiaquía.


La intolerancia a la fructosa y la fructosemia son enfermedades completamente diferentes.


La fructosemia o también llamada intolerancia hereditaria es una enfermedad muy rara (1 de cada 30.000 nacimientos), mediada genéticamente de forma autosómica recesiva. Ésta nada tiene que ver con la intolerancia a la fructosa, ya que no se produce por una malabsorción de ésta sino por una incapacidad del hígado para su metabolización por déficit de la fructosa-1,6-difosfoaldolasa o aldolasa B. Los síntomas aparecen generalmente cuando el lactante comienza a consumir azúcar común, fructosa o sorbitol aunque a veces aparecen un poco más tarde. Lo característico de la enfermedad es el desarrollo de hipoglucemias graves y generalmente muy sintomáticas, con dolor abdominal, calambres, irritabilidad, somnolencia, vómitos, falta de apetito y baja ganancia ponderal. Si con el tiempo no se corrige la enfermedad con una dieta estricta sin fructosa, se desarrollará ictericia (coloración amarilla de piel y mucosas) y finalmente una enfermedad hepática y renal grave.
La fructosuria benigna o esencial es una enfermedad aún más rara (1 de cada 120.000 nacimientos) y se produce por un déficit hepático de fructoquinasa, una enzima que actúa en la metabolización de la fructosa. En estos pacientes la fructosa se mantiene muy elevada en la sangre hasta que se elimina finalmente por la orina, donde alcanza grandes concentraciones. Afortunadamente es asintomática y no produce hipoglucemias ni daño hepático ni renal, por lo que no suele precisar dieta estricta como la fructosuria.

Síntomas de la intolerancia.


Como en la intolerancia a la lactosa, los producen las sustancias liberadas en la fermentación de la fructosa y sorbitol en el colon y consisten fundamentalmente en: dolor, distensión y balonamiento abdominal,  meteorismo y flatulencia (gases), borborigmos (movimientos y ruidos intestinales) y con cierta frecuencia diarrea. Algunos pacientes pueden presentar náuseas con vómitos, cefaleas y en ocasiones incluso puede agravar el estreñimiento (sobre todo en aquellos pacientes que tienen una flora intestinal que produce de forma predominante gas metano).
La desnutrición y perdida de peso son poco probables, aunque en los niños más intolerantes puede condicionar un retraso en el desarrollo y crecimiento. La presencia de heces ácidas puede determinar la aparición de eritema perianal y escozor deposicional.
El tiempo de latencia entre la ingesta del alimento con fructosa y/o sorbitol y la aparición de los síntomas es variable y depende de lo que tarde en llegar el azúcar no absorbido al colon. Así, en aquellas situaciones en los que el vaciamiento gástrico e intestinal esté favorecido, los síntomas pueden aparecer a los 30 minutos de la ingesta. Sin embargo, cuando el producto con fructosa y/o sorbitol se mezcla con otros alimentos o se toma al final de una comida, en los casos de estenosis del píloro, enfermedades que afecten al vaciado gástrico o movimiento intestinal (como la diabetes o esclerodermia), etc., aparecerán los síntomas más allá de las 3 o 4 horas de la ingesta.
Además hay que tener en cuenta que tanto el grado de malabsorción (que depende del déficit de enzima transportadora y de la mezcla de azucares en la luz intestinal) como el grado de intolerancia (que depende de la sensibilidad intestinal) es variable de unos pacientes a otros y no siempre van relacionados. Así por ejemplo, pacientes con elevada sensibilidad intestinal (como ocurre en el síndrome de intestino irritable) suelen tener muchos síntomas aunque su grado de malabsorción no sea muy alto y también puede ocurrir todo lo contrario, es decir que se tenga una franca malabsorción de fructosa y/o sorbitol pero que ésta provoque escasos síntomas.

Diagnóstico


Para el diagnóstico se precisa un alto grado de sospecha, debiéndose incluir en el diagnóstico diferencial de todas las enfermedades digestivas que cursen con síntomas predominantes de dolor y distensión abdominal, así como en aquellos casos que además hay alteraciones del ritmo intestinal. En los niños con importantes síntomas gastrointestinales y bajo desarrollo también hay que considerarla. Se puede decir que se trata de una síndrome muy frecuente (tal vez más que la intolerancia a la lactosa) pero que aún sigue siendo muy desconocido por pacientes y médicos, por lo que se considera que está claramente infradiagnosticada.
El test de Hidrógeno espirado se puede considerar como la mejor prueba para el diagnóstico. Esta exploración es un test funcional ya que el papel de médico de digestivo en colaboración con un personal de enfermería entrenado es fundamental, no solo a la hora de evaluar la gravedad de la malabsorción sino también a la hora de valorar los síntomas que esta produce, lo que permitirá finalmente establecer un diagnóstico y dieta adecuada.
El test se realiza con el paciente en un ayuno mínimo de 8 horas, estando solo permitido la ingesta en ese tiempo de agua. Además es conveniente que en las comidas de las últimas 24 horas no existan importantes cantidades de fruta, verdura o legumbres, que enlentecen el tránsito intestinal. También es necesario que la flora intestinal este intacta, por lo que en los últimos 7 a 10 días el paciente no habrá tomado antibióticos y en las últimas 24-48 no habrá tomado laxantes que se usan en la limpieza intestinal antes de una colonoscopia. Tampoco está permitido masticar chicles o tomar caramelos en horas previas o fumar 2 o 3 horas antes del estudio (el tabaco da falsos positivos en el test).
El test en si consiste en la toma de una muestra de aire durante una espiración dentro de un pequeño aparato que contiene un sensor para el Hidrógeno, por lo que se trata de una técnica no invasiva y exenta de riesgos. Una vez conocido el valor basal se le administra al paciente una solución de fructosa, sorbitol o fructosa-sorbitol, siendo tal vez lo más adecuado lo último, ya que en los alimentos ambos azúcares suelen estar siempre combinados y aunque se genera un mayor riesgo de positivos no debemos olvidar que estos test son de provocación y lo que realmente debemos de evitar son los falsos negativos. Las dosis de cada azúcar dependen del método de cada laboratorio pero generalmente se usa unos 25 gramos de fructosa y 5 gramos de sorbitol, debiéndose corregir la dosis en el caso de que el paciente pese menos de 25 kilos (en estos casos se dará una dosis en función del peso que tenga en el momento del test). Posteriormente el paciente soplará de nuevo en el aparato que recoge las muestras cada 15-30 minutos durante un periodo de 2 a 3 horas, según los casos y según la evolución de los niveles de hidrógeno y síntomas.
Además de registrar los niveles de hidrógeno de cada muestra, se deben de interpretar los síntomas que vayan apareciendo en el paciente durante el test e intentar correlacionarlos con la malabsorción. También en función de los niveles de hidrógeno es conveniente clasificar la malabsorción en leve, moderada y grave así como los síntomas que ésta produce en el paciente.
La prueba de curva de glucemia tras la administración de fructosa y/o sorbitol también puede ser útil aunque es menos específico y es más costoso y molesto para el paciente, ya que precisa extracciones de muestra de sangre antes de la sobrecarga y cada medía hora durante las siguientes 2 o 3 horas.
La biopsia intestinal y el estudio genético de momento no tienen utilidad actualmente en el diagnóstico de esta malabsorción.


Tratamiento.


Consiste fundamentalmente en una dieta pobre en fructosa y sorbitol, teniendo en cuenta  que las dietas demasiados estrictas solo suelen generar problemas ya que son difíciles de cumplir por el paciente y pueden además provocar problemas carenciales. Una dieta estricta por tanto solo estaría indicada en la fructosemia, una enfermedad que como veíamos antes, nada tiene que ver con la malabsorción e intolerancia a la fructosa que estamos tratando.
Además a la hora de seguir una dieta hay que tener en cuenta que lo que más intolerancia genera es el exceso de fructosa de un alimento determinado y sobre todo la combinación con sorbitol, ya que estas son las dos condiciones mas desfavorables para su absorción. La sacarosa y los alimentos que contienen además de fructosa otros azúcares en mayor proporción suelen ser generalmente bien tolerados. (ver la explicación al inicio de la monografía).
Por tanto las frutas que mayor intolerancia producen son la manzana, pera, ciruela, cereza y los duraznos como el melocotón y el albaricoque. También deben retirarse las frutas pasas y reducir el consumo de mermeladas, sobre todo las preparadas con fructosa y la carne de membrillo. Los chocolates, productos de bollería, zumos comerciales, medicamentos en jarabes y chicles o gominolas suelen también tener contenido en fructosa y/o sorbitol.  También se deben de evitar todos aquellos alimentos que en el etiquetado incluyan el E-420 (sorbitol).
En cualquier caso la dieta debe ser individualizada y ajustarse siempre a las necesidades reales de cada paciente, siendo el objetivo fundamental mejorar la sintomatología con la menor restricción dietética posible, ya que de lo contrario podemos alterar sin motivo la calidad de vida del paciente, crearle incertidumbre sobre su enfermedad y generar problemas carenciales y nutricionales.
Para más información se adjunta un enlace de descarga de la dieta que nosotros recomendamos a nuestros pacientes intolerantes en la consulta.