domingo, 10 de julio de 2016

CASTIGO/HIJOS

CLAVES PARA LA EDUCACIÓN FAMILIAR

¿Cuáles son los límites del castigo a los hijos?

  • Los expertos dicen que el cachete o el encierro en la habitación es pasado; ahora se quita al niño lo que no se ha ganado
¿Cuáles son los límites del castigo a los hijos?
Yamato Tanooka perdió más de dos kilos durante la semana larga que pasó perdido en un bosque tras el castigo de sus padres (The Asahi Shimbun / Getty)
Yamato Tanooka, de 7 años, fue abandonado por sus padres en un bosque de Japón como castigo. El niño viajaba con su familia en coche y su padre detuvo el vehículo en mitad de la carretera y le obligó a bajarse. La intención de los progenitores era dar un escarmiento a su hijo por su mal comportamiento. Dejarlo un rato ahí, para después volver y recogerlo. Pero cuando regresaron al lugar su hijo había desaparecido. Pasó seis días perdido en el bosque. El castigo se les fue de las manos. Como al matrimonio de Madrid, juzgado hace unos días, por golpear y encerrar a su hija, de 16 años, en un trastero sin ventanas por llegar tarde a casa tras una fiesta de cumpleaños. La madre de la menor intentó también cortarle el pelo. Tras pasar dos días encerrada en el trastero, la trasladaron a su habitación, en cuya puerta colocaron un candado. La chica lanzó un papel por la ventana pidiendo ayuda y la adolescente fue liberada por la Policía. Los padres se enfrentan ahora a una petición de pena de seis años de cárcel.
Son dos ejemplos de castigos desproporcionados, que rayan en el delito. Pero ¿dónde está el límite?, ¿el castigo a los hijos es necesario? ¿Debe tenerse en cuenta la edad del niño? Preguntas que seguro que se hacen muchos padres cuando sus hijos se portan mal y quieren enmendar esas conductas. Aplicar la medida correcta y hacerlo además en el momento oportuno no siempre es una tarea fácil. Y más en una sociedad, como la actual, con una exagerada sobreprotección con los hijos.
Álvaro Bilbao, doctor en Psicología, neuropsicólogo y autor de El cerebro del niño explicado a los padres, sostiene que “la neurociencia nos dice que los castigos son poco eficaces”. Bilbao es consciente de que a muchos padres les puede chocar esta afirmación, pero insiste en que numerosos estudios coinciden en que los niños aprenden mejor la lección con otras técnicas, “como poner límites o reforzar las conductas positivas, que con un castigo”. Arantxa Coca, psicopedagoga familiar, afirma, por su parte, que “el límite está en la forma del castigo”. Y añade: “No está prohibido castigar. De hecho, en la vida adulta el castigo también existe impuesto por leyes que te multan y sancionan si te portas mal. Así que el castigo como manera de sanción no es reprobable en sí mismo, pero sí lo puede ser la forma en como se lleve a cabo o la acción aplicada”.
Álvaro Bilbao apunta, al respecto, que “todo padre ha de tener en mente y muy claro que hay otras opciones para resolver los conflictos con los hijos y, si finalmente decide castigar, no puede sobrepasar ciertos límites como por ejemplo la agresión física o emocional. El dolor emocional que puede suponer insultar a un hijo o humillarle puede ser mucho más duradero que un castigo físico”, afirma.
Este neuropsicólogo aconseja “poner normas claras en casa, explicar al niño el comportamiento que esperamos de él o ella y reconocer y fijarnos en aquellas ocasiones en las que el menor tuvo un buen comportamiento. Si nos centramos sólo –continúa Bilbao– en decir al niño lo que no hace bien, su comportamiento posiblemente empeore. Mientras que si nos fijamos en lo positivo su comportamiento tenderá a mejorar. El cerebro funciona así”.
¿Es mejor desplegar, por lo tanto, una política de premios que tener siempre preparada la lista de castigos? Contesta Arantxa Coca: “Premiar es estimular, incentivar, provocar un efecto a un esfuerzo, algo que también existe en la vida adulta, con lo cual es lógico que esté también presente en la vida del niño para reforzar sus motivaciones y, aún más importante, educarlo en la cultura del esfuerzo, esto último muy escaso en las nuevas generaciones”.
Si no queda más remedio que castigar, Coca insiste en que “el castigo correcto es aquel que enseña algo, no únicamente reprime o priva cosas”. Y añade que “debe servir para enseñar, no para obtener obediencia a través del miedo”.
La psicóloga infantil Silvia Álava coincide con Arantxa Coca al afirmar que “el niño debe entender, cuando se le castiga, que con esa medida no se le quita ni prohíbe nada. Simplemente no le permitimos que disfrute de algo que no se ha ganado”. Y el castigo tiene que estar además relacionado con la conducta que se quiere sancionar. Si el conflicto lo ocasiona el teléfono móvil, la respuesta tiene estar relacionada con el uso de ese aparato. El error es castigar esa acción con otra medida, como podría ser no salir de la habitación durante una tarde, sin ninguna relación con las normas sobre el uso del teléfono. “De nada sirve castigar quitando el teléfono móvil si ese aparato no tiene relación directa con la falta cometida por el menor”, insiste Arantxa Coca. La tendencia de “te voy a castigar quitándote lo que más te gusta para que te duela” no enseña nada a los hijos. “Lo único que se consigue –continúa Coca– es resentimiento contra los padres”
Álvaro Bilbao revela que una de las claves del éxito en la difícil tarea de educar a los hijos es no confundir refuerzo con premio. “Refuerzo significa reconocimiento y llega después de un buen comportamiento, nunca como condición a la acción correcta. Por ejemplo, cuando mi hijo recoge la mesa le digo que lo ha hecho muy bien”. El error de muchos padres está en decir a los hijos que si recogen la mesa tendrán un premio. “Es entonces cuando los niños interpretan que sólo
tienen que portarse bien si después llega la recompensa”, añade ­Bilbao.
Otro error repetido entre muchos padres es el de aplicar los castigos a deshora. La medida
debe tomarse de inmediato y dejar claro que es por una acción concreta. Estos expertos desaconsejan, asimismo, la imposición de castigos por largos periodos al entender que esa medida desvirtúa la finalidad educativa de la respuesta a una conducta inapropiada.
Otra pregunta inevitable es si antes, cuando nadie se escandalizaba por una bofetada dada en el momento oportuno, se educaba mejor. Álvaro Bilbao considera que ahora “dedicamos más esfuerzos que generaciones pasadas en conseguir que nuestros hijos se sientan queridos. Sin embargo –continúa–, cometemos errores nuevos como colmar los deseos de los niños por el temor a que sientan frustración y eso provoca que nuestros hijos entren demasiado pronto en la sociedad de consumo”. Así que según Bilbao “la crianza es hoy algo mejor, pero la educación un poco peor”. Arantxa Coca opina, al respecto, que hace unas décadas “los padres eran más firmes en el cumplimiento de normas y a la hora de marcar límites”. Aunque considera que esa firmeza tenía una parte negativa, “pues muchas veces se conseguía con un cachete en casa o la humillación pública en la escuela”.

domingo, 26 de junio de 2016

Intolerancia a SORBITOL/FRUCTOSA

Intolerancia a la fructosa y sorbitol

Introducción. Conceptos básicos.


   La fructosa es un monosacárido, también conocido como levulosa o azúcar de las frutas y la miel. Durante la década de los 70 comenzó a comercializarse como edulcorante para diabéticos ya que tiene una alta capacidad endulzante y menos calorías que la glucosa y sacarosa. Sin embargo estudios en los años 80 mostraban que las personas que seguían dietas ricas en este monosacárido desarrollaban con más frecuencia un síndrome metabólico: obesidad, diabetes tipo II, hiperuricemia con gota y aumento de colesterol y triglicéridos en sangre. Esto se debe a que la fructosa necesita ser metabolizada en el hígado, donde se acumula finalmente en forma de glucógeno. Además la fructosa, a diferencia de otros azúcares, sacia mal el apetito.
   El sorbitol o glucitol es un alcohol azúcar que se encuentra de forma natural en las algas rojas y en las hojas y frutos de las plantas de la familia rosaceae como son las peras, manzanas, ciruelas, membrillos, ciruelas, melocotones y otros duraznos (como los albaricoques). Se usa como edulcorante, espesante y humectante, destacando su alta capacidad de endulzar aportando pocas calorías. Por lo tanto es fácil encontrarlo en productos dietéticos, zumos comerciales, medicamentos, chicles y gominolas, bollería industrial, galletas, pasta de dientes, surimi, etc.
La malabsorción de fructosa se produce por el déficit del transportador intestinal específico para la fructosa GLUT5, una proteína codificada genéticamente presente en el borde en cepillo de las células intestinales (enterocitos) y cuya misión es introducir la fructosa desde la luz del intestino delgado al interior de éstas. Este transporte es facilitado y por tanto ocurre sin consumo de energía y es dependiente de la concentración de fructosa en la luz intestinal (osmosis).  Pero el mecanismo de absorción de la fructosa es aún más complejo ya que interviene otro transportador no específico y compartido con la glucosa y galactosa, el GLUT2 presente en la zona basal del enterocito, cuya misión es pasar la fructosa, glucosa y galactosa de la célula a la sangre. Este transporte también es pasivo, es decir sin consumo de energía y depende de la concentración de glucosa en la célula intestinal y la sangre, así como de los niveles de insulina liberada. Por tanto unos altos niveles de glucosa en la luz intestinal y por tanto en el enterocito, estimula el GLUT2 y facilita de forma significativa también el transporte de la fructosa. Esto explicaría porque en presencia de glucosa se pueden absorber altas cantidades de fructosa sin dificultad, pero si no hay glucosa la absorción de fructosa disminuye considerablemente (hasta un 80-90%). Este mecanismo es el que explica que intolerantes a fructosa puedan tomar sin dificultad sacarosa o azúcar común, compuesta por glucosa y fructosa, ya que la mezcla de ambos en la luz intestinal y por tanto después en el enterocito facilita la actuación de los transportadores de la fructosa de una forma significativa. Sin embargo la mezcla con sorbitol dificulta aún más la absorción de fructosa, ya que ambos compiten por el mismo transportador GLUT5.
   La malabsorción de sorbitol, como la de la fructosa, se produce también por un déficit del transportador intestinal específico. No obstante, incluso en la personas sin este déficit, solo se puede absorber una cantidad limitada de este azúcar, aproximadamente unos 20-25 gramos, por lo que en personas sanas superar este margen puede producir también síntomas.
   La intolerancia a fructosa son los síntomas asociados a esta malabsorción, ya que la fructosa no absorbida pasa al colon, donde las bacterias intestinales la someten a un proceso de fermentación con la liberación de gases como el hidrógeno, dióxido de carbono y metano, así como ácidos grasos de cadena corta y agua.
   La intolerancia la sorbitol son los síntomas asociados a la malabsorción de este, siendo estos muy similares a los de la fructosa.


Frecuencia de esta intolerancia.


No se conoce la frecuencia real de estos tipos de intolerancia, pero se calcula que en mayor o menor medida puede afectar entre un 40 a 60% de la población, sin que se identifiquen claros factores geográficos o raciales como ocurre en la intolerancia a lactosa.


Tipos de intolerancia.

Existen dos tipos fundamentales de intolerancia: primaria y secundaria.
 La intolerancia primaria se produce por un déficit de la enzima transportadora y se cree que va mediada genéticamente, desarrollándose a lo largo de la vida.
  La intolerancia secundaria no está codificada genéticamente y se debe a la presencia de una enfermedad intestinal que daña el borde en cepillo de la mucosa intestinal de forma transitoria aunque también puede ser permanente. Así es común en las gastroenteritis, sobrecrecimiento bacteriano, enfermedad inflamatoria intestinal, enteritis por radiación y celiaquía.


La intolerancia a la fructosa y la fructosemia son enfermedades completamente diferentes.


La fructosemia o también llamada intolerancia hereditaria es una enfermedad muy rara (1 de cada 30.000 nacimientos), mediada genéticamente de forma autosómica recesiva. Ésta nada tiene que ver con la intolerancia a la fructosa, ya que no se produce por una malabsorción de ésta sino por una incapacidad del hígado para su metabolización por déficit de la fructosa-1,6-difosfoaldolasa o aldolasa B. Los síntomas aparecen generalmente cuando el lactante comienza a consumir azúcar común, fructosa o sorbitol aunque a veces aparecen un poco más tarde. Lo característico de la enfermedad es el desarrollo de hipoglucemias graves y generalmente muy sintomáticas, con dolor abdominal, calambres, irritabilidad, somnolencia, vómitos, falta de apetito y baja ganancia ponderal. Si con el tiempo no se corrige la enfermedad con una dieta estricta sin fructosa, se desarrollará ictericia (coloración amarilla de piel y mucosas) y finalmente una enfermedad hepática y renal grave.
La fructosuria benigna o esencial es una enfermedad aún más rara (1 de cada 120.000 nacimientos) y se produce por un déficit hepático de fructoquinasa, una enzima que actúa en la metabolización de la fructosa. En estos pacientes la fructosa se mantiene muy elevada en la sangre hasta que se elimina finalmente por la orina, donde alcanza grandes concentraciones. Afortunadamente es asintomática y no produce hipoglucemias ni daño hepático ni renal, por lo que no suele precisar dieta estricta como la fructosuria.

Síntomas de la intolerancia.


Como en la intolerancia a la lactosa, los producen las sustancias liberadas en la fermentación de la fructosa y sorbitol en el colon y consisten fundamentalmente en: dolor, distensión y balonamiento abdominal,  meteorismo y flatulencia (gases), borborigmos (movimientos y ruidos intestinales) y con cierta frecuencia diarrea. Algunos pacientes pueden presentar náuseas con vómitos, cefaleas y en ocasiones incluso puede agravar el estreñimiento (sobre todo en aquellos pacientes que tienen una flora intestinal que produce de forma predominante gas metano).
La desnutrición y perdida de peso son poco probables, aunque en los niños más intolerantes puede condicionar un retraso en el desarrollo y crecimiento. La presencia de heces ácidas puede determinar la aparición de eritema perianal y escozor deposicional.
El tiempo de latencia entre la ingesta del alimento con fructosa y/o sorbitol y la aparición de los síntomas es variable y depende de lo que tarde en llegar el azúcar no absorbido al colon. Así, en aquellas situaciones en los que el vaciamiento gástrico e intestinal esté favorecido, los síntomas pueden aparecer a los 30 minutos de la ingesta. Sin embargo, cuando el producto con fructosa y/o sorbitol se mezcla con otros alimentos o se toma al final de una comida, en los casos de estenosis del píloro, enfermedades que afecten al vaciado gástrico o movimiento intestinal (como la diabetes o esclerodermia), etc., aparecerán los síntomas más allá de las 3 o 4 horas de la ingesta.
Además hay que tener en cuenta que tanto el grado de malabsorción (que depende del déficit de enzima transportadora y de la mezcla de azucares en la luz intestinal) como el grado de intolerancia (que depende de la sensibilidad intestinal) es variable de unos pacientes a otros y no siempre van relacionados. Así por ejemplo, pacientes con elevada sensibilidad intestinal (como ocurre en el síndrome de intestino irritable) suelen tener muchos síntomas aunque su grado de malabsorción no sea muy alto y también puede ocurrir todo lo contrario, es decir que se tenga una franca malabsorción de fructosa y/o sorbitol pero que ésta provoque escasos síntomas.

Diagnóstico


Para el diagnóstico se precisa un alto grado de sospecha, debiéndose incluir en el diagnóstico diferencial de todas las enfermedades digestivas que cursen con síntomas predominantes de dolor y distensión abdominal, así como en aquellos casos que además hay alteraciones del ritmo intestinal. En los niños con importantes síntomas gastrointestinales y bajo desarrollo también hay que considerarla. Se puede decir que se trata de una síndrome muy frecuente (tal vez más que la intolerancia a la lactosa) pero que aún sigue siendo muy desconocido por pacientes y médicos, por lo que se considera que está claramente infradiagnosticada.
El test de Hidrógeno espirado se puede considerar como la mejor prueba para el diagnóstico. Esta exploración es un test funcional ya que el papel de médico de digestivo en colaboración con un personal de enfermería entrenado es fundamental, no solo a la hora de evaluar la gravedad de la malabsorción sino también a la hora de valorar los síntomas que esta produce, lo que permitirá finalmente establecer un diagnóstico y dieta adecuada.
El test se realiza con el paciente en un ayuno mínimo de 8 horas, estando solo permitido la ingesta en ese tiempo de agua. Además es conveniente que en las comidas de las últimas 24 horas no existan importantes cantidades de fruta, verdura o legumbres, que enlentecen el tránsito intestinal. También es necesario que la flora intestinal este intacta, por lo que en los últimos 7 a 10 días el paciente no habrá tomado antibióticos y en las últimas 24-48 no habrá tomado laxantes que se usan en la limpieza intestinal antes de una colonoscopia. Tampoco está permitido masticar chicles o tomar caramelos en horas previas o fumar 2 o 3 horas antes del estudio (el tabaco da falsos positivos en el test).
El test en si consiste en la toma de una muestra de aire durante una espiración dentro de un pequeño aparato que contiene un sensor para el Hidrógeno, por lo que se trata de una técnica no invasiva y exenta de riesgos. Una vez conocido el valor basal se le administra al paciente una solución de fructosa, sorbitol o fructosa-sorbitol, siendo tal vez lo más adecuado lo último, ya que en los alimentos ambos azúcares suelen estar siempre combinados y aunque se genera un mayor riesgo de positivos no debemos olvidar que estos test son de provocación y lo que realmente debemos de evitar son los falsos negativos. Las dosis de cada azúcar dependen del método de cada laboratorio pero generalmente se usa unos 25 gramos de fructosa y 5 gramos de sorbitol, debiéndose corregir la dosis en el caso de que el paciente pese menos de 25 kilos (en estos casos se dará una dosis en función del peso que tenga en el momento del test). Posteriormente el paciente soplará de nuevo en el aparato que recoge las muestras cada 15-30 minutos durante un periodo de 2 a 3 horas, según los casos y según la evolución de los niveles de hidrógeno y síntomas.
Además de registrar los niveles de hidrógeno de cada muestra, se deben de interpretar los síntomas que vayan apareciendo en el paciente durante el test e intentar correlacionarlos con la malabsorción. También en función de los niveles de hidrógeno es conveniente clasificar la malabsorción en leve, moderada y grave así como los síntomas que ésta produce en el paciente.
La prueba de curva de glucemia tras la administración de fructosa y/o sorbitol también puede ser útil aunque es menos específico y es más costoso y molesto para el paciente, ya que precisa extracciones de muestra de sangre antes de la sobrecarga y cada medía hora durante las siguientes 2 o 3 horas.
La biopsia intestinal y el estudio genético de momento no tienen utilidad actualmente en el diagnóstico de esta malabsorción.


Tratamiento.


Consiste fundamentalmente en una dieta pobre en fructosa y sorbitol, teniendo en cuenta  que las dietas demasiados estrictas solo suelen generar problemas ya que son difíciles de cumplir por el paciente y pueden además provocar problemas carenciales. Una dieta estricta por tanto solo estaría indicada en la fructosemia, una enfermedad que como veíamos antes, nada tiene que ver con la malabsorción e intolerancia a la fructosa que estamos tratando.
Además a la hora de seguir una dieta hay que tener en cuenta que lo que más intolerancia genera es el exceso de fructosa de un alimento determinado y sobre todo la combinación con sorbitol, ya que estas son las dos condiciones mas desfavorables para su absorción. La sacarosa y los alimentos que contienen además de fructosa otros azúcares en mayor proporción suelen ser generalmente bien tolerados. (ver la explicación al inicio de la monografía).
Por tanto las frutas que mayor intolerancia producen son la manzana, pera, ciruela, cereza y los duraznos como el melocotón y el albaricoque. También deben retirarse las frutas pasas y reducir el consumo de mermeladas, sobre todo las preparadas con fructosa y la carne de membrillo. Los chocolates, productos de bollería, zumos comerciales, medicamentos en jarabes y chicles o gominolas suelen también tener contenido en fructosa y/o sorbitol.  También se deben de evitar todos aquellos alimentos que en el etiquetado incluyan el E-420 (sorbitol).
En cualquier caso la dieta debe ser individualizada y ajustarse siempre a las necesidades reales de cada paciente, siendo el objetivo fundamental mejorar la sintomatología con la menor restricción dietética posible, ya que de lo contrario podemos alterar sin motivo la calidad de vida del paciente, crearle incertidumbre sobre su enfermedad y generar problemas carenciales y nutricionales.
Para más información se adjunta un enlace de descarga de la dieta que nosotros recomendamos a nuestros pacientes intolerantes en la consulta.

PADRES HELICÓPTERO / CUIDADO

Los terribles daños que causan los 'padres helicóptero' al volar sobre sus hijos incesantemente

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Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que a los niños no se les prestaba demasiada atención. Si los adultos hablaban debían guardar silencio, si tenían una rabieta eran ignorados hasta que se les pasara y si estaban aburridos se les daba vía libre para que se entretuvieran como consideraran más oportuno. De hecho, el escritor inglés D.H. Lawrence creía que lo mejor para el bienestar de los niños era no hacerles demasiado caso. Tenía tres reglas para educarlos: “dejarlos en paz, dejarlos en paz y dejarlos en paz”.

Sin embargo, poco queda de aquel modelo de educación, hoy hemos caído de lleno en un estilo de crianza que implica convertir a nuestros hijos en el centro de nuestra atención, dándoles todo lo que desean cuando lo desean, sin dilaciones. No hemos sabido encontrar un equilibrado punto medio. Esta alarmante tendencia a la hiperpaternidad se puso de manifiesto primero en Estados Unidos, donde se estima que 1 de cada 10 estudiantes ha sido educado de esa forma.

¿Quiénes son los “padres helicóptero”?


Este término surgió en el año 1969, cuando Haim Ginnott escribió en su libro Between Parent & Teenager: “mi madre sobrevolaba sobre mí como si fuera un helicóptero”. Más tarde, en los años 2000, se retomó para hacer referencia a un fenómeno que se estaba extendiendo entre las familias de clase media de los países más desarrollados.

Los padres helicóptero son aquellos que se preocupan excesivamente por sus hijos, hasta el punto que su relación llega a ser tóxica. Este nuevo modelo de crianza implica que los progenitores asumen un rol hiperprotector, quieren resolver todos los problemas por sus hijos, y desean tomar todas las decisiones, incluso las más intrascendentes. En práctica, es como si estos padres siempre estuvieran sobrevolando a sus hijos, listos para emprender una operación de rescate cuando noten el más mínimo signo de "peligro".

Obviamente, esta relación padre-hijo sobrepasa los límites de lo que se considera psicológicamente saludable. De hecho, estos padres no conocen límites, ni de edad ni de estatus social: pueden llegar a recriminar a los profesores por las malas notas de sus hijos, aunque estos ya estén en la universidad, o incluso pueden acompañarles a la entrevista de trabajo y se enfadan si el entrevistador no les permite entrar durante la prueba.

Su objetivo en la vida es lograr que su hijo sea brillante y que logre todo lo que desea, pero sin que tenga que esforzarse. ¡Eso ya lo hacen ellos! Estos padres organizan la agenda de sus hijos, se encargan de eliminar cualquier problema de su camino y siempre están pendientes de sus resultados.

Algunos de los detalles que desvelan a un padre helicóptero son:

- Hablan siempre en plural, diciendo cosas como "¡cuántos deberes nos han puesto hoy!", aunque en realidad los deberes son para el niño. No se dan cuenta que de esta manera absorben la identidad del niño.

- Híper estimulan a sus hijos, llenándoles la agenda de actividades extraescolares, con el objetivo de que estén "bien preparados para la vida". Sin embargo, no se percatan de que así solo logran robarle su infancia.

- Encierran a sus hijos bajo una campana de cristal, de forma que se convierten en su voz, impidiéndoles que resuelvan sus problemas con los demás. De esta manera, los hijos jamás llegan a desarrollar las habilidades de resolución de conflictos que necesitan para mantener buenas relaciones interpersonales.

- Brindan una gratificación instantánea, complacen en todo a sus hijos, aunque tengan que hacer enormes sacrificios. Están siempre disponibles para entretener a sus hijos, de manera que estos terminan creyendo que son el centro del universo.

Consecuencias: Padres extenuados, hijos incompetentes


Para los padres, ese deseo de ser perfectos en todo momento y tener que lidiar con los problemas de sus hijos, puede llegar a ser extremadamente agotador. De hecho, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Washington desveló que las madres que asumían un estilo de crianza hiperprotector estaban más expuestas a la depresión y el estrés, lo cual se debe a que cargan sobre sus hombros un peso demasiado grande.

Por otra parte, esa tendencia a la hiperpaternidad solo consigue que los hijos sean inseguros, miedosos, incapaces de tolerar la frustración, de tomar decisiones por sí solos y de asumir responsabilidades. De hecho, el principal problema es que como estos hijos sobreprotegidos nunca han tenido que poner a prueba sus capacidades, no han desarrollado la confianza necesaria en sí mismos.

Un caso extremo, contado por la escritora Eva Millet en su libro sobre la hiperpaternidad, narra la historia de una estudiante universitaria que se quedó encerrada en el ascensor de un centro educativo en Barcelona y, en vez apretar el botón de alarma, llamó a su madre a Estados Unidos, la cual le avisó a la sede central en Chicago, los cuales a su vez dieron parte a la sede en Barcelona para que fueran a rescatar a la chica. Simplemente no era capaz de resolver el problema por sí sola, y probablemente ni se le ocurrió. ¿Para qué? Si siempre ha tenido a una madre que los resuelve por ella.

Otra investigación, realizada también en la Universidad de Washington, analizó a 297 estudiantes de instituto cuyos progenitores podían catalogarse como "padres helicóptero" y descubrió que estos adolescentes y jóvenes puntuaban más alto en las escalas de depresión y ansiedad. Según estos psicólogos, el origen de estos trastornos emocionales se haya en la "Teoría de la Autodeterminación" según la cual, para que una persona sea feliz y se sienta realizada, debe satisfacer tres necesidades: sentirse autónoma, competente y conectada con otras personas.

Obviamente, la hiperpaternidad no satisface ninguna de estas tres necesidades, al contrario, las limita. De esta forma, aunque los padres pueden tener las mejores intenciones del mundo, en realidad terminan lastrando el desarrollo emocional, intelectual y social de sus hijos.

¿Por qué se desarrolla este tipo de hiperpaternidad?


- Percibir al hijo como una posesión valiosa. El hecho de que las parejas tengan hijos a edades cada vez más tardías, a menudo después de haberse sometido a varios tratamientos de fertilidad, hace que esos niños sean considerados como una posesión muy valiosa que hay que cuidar a todo precio. Así, los niños terminan siendo colocados en un altar, metafóricamente hablando.

- Presión social por el cuidado de los niños. Hace algunos años los padres intentaban compensar la falta de atención con los regalos. Este fenómeno ha provocado una gran campaña a nivel social para evitar a esos “padres emocionalmente distantes”, por lo que ahora hemos caído en el extremo opuesto: padres excesivamente presentes que se desviven por sus hijos.

- Incertidumbre generada por la crisis económica. La crisis económica ha generado una gran preocupación por el futuro, generando sentimientos de precariedad y provisionalidad, los cuales han disparado el miedo de los padres a que sus hijos se equivoquen y que no sean capaces de lograr por sí solos todo lo que la sociedad les demanda. Por eso, intentan acompañarles durante el mayor tiempo posible en el proceso de maduración.

- Aumento de la competencia social. En los últimos años la sociedad ha tomado un cariz extremadamente competitivo, les exige cada vez más a las personas que se insertan en el mercado laboral: más conocimientos, más habilidades, mejores resultados… El temor de los padres a que sus hijos fracasen y no puedan cumplir con esas exigencias les hace querer llevar su mochila y asumir sus problemas. Por eso también llenan sus agendas desde pequeños con decenas de actividades extraescolares que, supuestamente, les prepararán para la vida.

La solución: Educar con mucho amor y una buena dosis de sentido común


En cada etapa del desarrollo, las personas deben luchar sus propias batallas. Los padres no pueden proteger a sus hijos por siempre ya que, tarde o temprano, estos tendrán que enfrentarse a sus propios miedos y cometer sus propios errores.

La tarea de los padres es guiar a los hijos y ayudarles a lidiar con los problemas, no solucionarlos en su lugar. Si asumimos todo el peso sobre nuestros hombros no estaremos criando a personas preparadas para la vida sino a verdaderos discapacitados emocionales. Hay veces en las que simplemente debemos cortar la rama y dejar que los hijos vuelen con sus propias alas.

Si sospechas que tú también eres uno de esos padres helicóptero o estás a punto de convertirte en uno de ellos, pon en práctica estos tres consejos:

1. Sé como un submarino, no asumas el rol del helicóptero. En vez de sobrevolar la cabeza de tus hijos y estar siempre presente, es más conveniente que te conviertas en un submarino; es decir, que te mantengas fuera de su radar pero siempre atento por si realmente necesita tu ayuda.

2. Practica la sana desatención. De vez en cuando, no pasa nada porque no puedas prestarle la atención que quisieras a tus hijos. Tú también tienes una vida fuera de la familia, no eres solo un padre o una madre. Y no caigas en el error de sobrecargar su agenda de actividades, déjales tiempo libre para que ellos mismos aprendan a gestionar las horas muertas.

3. Deja que cometa sus propios errores. Solo así aprenderá. Los errores son pasos fundamentales del aprendizaje y, si son bien usados, fortalecen características como la perseverancia, la autonomía y la autoconfianza. Solo si nos caemos y somos capaces de levantarnos, confiaremos en nosotros. Ayúdale a levantarse, pero no evites siempre que caiga.

EDUCAR En EL RESPETO HACIA TODO/OS

Por favor, no inculquéis el maltrato animal en los niños

gorriti2Veo el vídeo con el que Acción para el Respeto Animal denuncia el espectáculo infantil ‘Gorriti y sus animales’, una denuncia que va camino de las 60.000 firmas en Change.org que plantar al Gobierno Vasco para que se ponga las pilas y haga cumplir la ley, y se me revuelven las tripas.
Se me revuelven viendo cómo ponen gallos a pelear, cómo exponen a barullos y golpes a aterrorizados jabalíes y terneros recién nacidos que deberían estar con sus madres, pero sobre todo se me revuelven porque todo eso forma parte de un espectáculo infantil disfrazado de “acercar a la juventud a la naturaleza y los animales”, porque hay niños alrededor participando en todo eso.
Dejad a los niños en paz por favor. Ellos son la esperanza de que este país prospere y no solo en materia de protección animal. No expongáis a los niños a espectáculos en los que los animales son usados como objetos para nuestro divertimento olvidando que nos seres que sienten y sufren. No los insensibilicéis, no inculquéis en ellos la falta de empatía.
Necesitamos que las futuras generaciones sean mejores que las nuestras, esa es nuestra única esperanza a todos los niveles (no solo en materia de protección animal, repito).

lunes, 6 de junio de 2016

SISTEMA EDUCATIVO / A PEOR...

El sistema educativo español vive en constante estado de transición desde hace décadas, cuando las reformas empezaron a sucederse sin parar. Para cuando una se ha asentado, otra está empezando a gestarse en los despachos del partido político contrario; y cuando finalmente parece que puede llegarse a un pacto, este termina saltando por los aires ante las presiones de los diferentes agentes sociales. Aunque se ha avanzado mucho desde los años de la Transición, teniendo en cuenta el tradicional hándicap histórico español, corremos el riesgo de quedarnos atrás entre batallitas que no llevan a ningún sitio y disputas sobre temas secundarios.
Un nuevo informe publicado por Acción Magistral (un proyecto de la FAD, BBVA y la Comisión Española de Cooperación con la UNESCO con el objetivo de apoyar a los profesores) añade unas cuantas dosis de pesimismo al asunto. La investigación, llamada 'La educación en España. Horizonte 2020', es demoledor en muchos aspectos, especialmente en lo que concierne al rol del profesor, al apoyo por parte de los poderes públicos y a la posibilidad de llegar a un acuerdo.
Los profesores lo tienen claro: el número de centros se va a reducir, con la excepción de los privados concertados
Puede parecer que en otros ámbitos haya más optimismo, especialmente en el de la innovación educativa (al fin y al cabo es un sector boyante en cuanto a inversión), pero no hay más que preguntarle a los profesionales para darnos cuenta de que la desesperanza es un sentimiento común. El informe ha consultado a 200 docentes y expertos relacionados de manera íntima con la actualidad educativa, y a partir de sus opiniones y lametodología Delphi, un grupo de expertos coordinado por Anna Sanmartín Ortí ha elaborado un breve diagnóstico y una prospección de lo que nos podremos encontrar en la educación española en 2020, el año que la Unión Europa ha determinado como fecha límite para alcanzar determinados objetivos educativos.

No hay dinero, ni lo habrá

Un aula vacía en la Universidad Complutense de Madrid. (Reuters/Susana Vera)
Un aula vacía en la Universidad Complutense de Madrid. (Reuters/Susana Vera)
Ha sido un proceso imparable desde los últimos años del gobiernoZapatero: cada vez se ha destinado menos fondos a la educación, aunque se hayan producido pequeños repuntes para recuperar el terreno perdido. Sin embargo, incluso después de que la crisis parezca haberse quedado atrás, los profesionales entienden que la reducción del apoyo económico a la educación forma parte de un movimiento global en el que no hay vuelta atrás.
Los profesores lo tienen claro: el número de centros se va a reducir, con la excepción de los privados concertados (apoyados fuertemente en comunidades como Madrid) y los centros de Formación Profesional, una de las apuestas más fuertes en tiempos recientes para equilibrar un mercado laboral saturado de universitarios. Según los consultados, la gestión privada crecerá enormemente, en detrimento del sector público. Malas noticias para interinos y temporales, si nos atenemos a sus palabras: prevén que se reduzcan las plantillas, que sean más inestables y que el ratio alumnos/docente aumente aún más, perjudicando la calidad de la enseñanza pública.
Si en el curso 2009/2010 había 673.505 profesores para 7.608.292 alumnos, en el 2014/2015 había 670.398 para 8.090.017 estudiantes
Actualmente, España invierte un 4,5% de su Producto Interior Bruto en Educación, por debajo de la media de la Unión Europea, que se encuentra en 5,3%. Tan solo Alemania (4,3%), Italia (4,2%) y Grecia (4,1%) invierten menos. Los países más generosos son Dinamarca (con un 7,9%), Suecia (6,8%) y Chipre (6,7%). Situación semejante es la de las ayudas financieras a estudiantes, que también se encuentran por debajo del conjunto de los países europeos. Chipre destaca sensiblemente en dicho aspecto, con un 52,6%, mientras que España se queda con 9,4% (muy cerca de Rumanía y Estonia).
Los datos recogidos por la investigación revelan que, a pesar de que cada vez hay más alumnos en Enseñanzas de Régimen General, el cuerpo de docentes no solo no ha aumentado, sino que en los últimos seis años se ha reducido. Si en el curso 2009/2010 había 673.505 profesores para 7.608.292 alumnos, en el 2014/2015 había tres mil profesores menos (670.398) para una cantidad sensiblemente mayor de alumnos (8.090.017, 400.000 más), lo que ha provocado que el ratio aumente sensiblemente. Actualmente, se encuentra en 10 alumnos por profesor, unas cifras semejantes a las de Portugal, un poco superior a las de Austria y Finlandia (con nueve) y por debajo de otros países como Francia, Luxemburgo o Alemania.

Los profesores, el último mono

César Bona, considerado como el mejor profesor de España, con sus alumnos. (Sergio Gonzalez Valero)
César Bona, considerado como el mejor profesor de España, con sus alumnos. (Sergio Gonzalez Valero)
No lo dicen ellos (que también), lo dicen cada vez más informes. Entre ellos, el 'Panorama de la Educación' realizado por la OCDE, que recientemente señalaba que uno de los grandes problemas era haber dejado de lado a los profesores, tanto olvidando cualquier posibilidad de desarrollo a través de la carrera docente como obviando los útiles de sistemas de incentivos.
A pesar de las recientes reivindicaciones del papel del profesor, el 61% de los consultados se muestra de acuerdo en que no se va a producir ninguna clase de reconocimiento ni de valoración de la labor docente. Como mucho, de producirse, será de carácter legal como figura de autoridad. Por ello deducen que la cosa solo puede provocar una tremenda desmotivación entre los cuerpos docentes (algo en lo que coincide más del 70% de los consultados). No obstante, un 82,5% considera que existirá una minoría de profesores activos y comprometidos, innovadores, rebeldes y combativos. Como los galos en la Francia de 'Asterix'.
Los docentes creen que poco a poco los padres empezarán a participar más en la vida escolar, especialmente en Primaria
Eso sí, al mismo tiempo que perciben con desilusión su desarrollo profesional, también consideran que poco a poco se endurecerán aún más los requisitos, criterios y pruebas de acceso a la función docente, especialmente en el caso de las oposiciones (comatosas durante los últimos años), que se exigirá una mayor formación en TIC e idiomas –elbilingüismo, guste o no, está para quedarse– y, probablemente, un sistema de evaluación del profesorado que, como todo sistema externo de diagnóstico, es percibido con cierto miedo.
¿Qué pasa con las familias, ese polémico agente educativo que parece cada vez más pasivo? Como recuerdan los datos de la encuesta, los padres participan menos de lo deseado, aunque España se encuentre un poco por encima de la media (74 sobre 72) respecto al resto de Europa. Sin embargo, los docentes creen que poco a poco empezarán a participar más en la vida escolar, especialmente en Primaria y sobre todo a través de las Asociaciones de Madres y Padres.
La comunidad educativa no será consultada ni participará de forma activa en las modificaciones de la normativa educativa
Los docentes con conscientes de que, como está ocurriendo a nivel global, su papel en la enseñanza cambiará sensiblemente. Serán guías, admiten, que lleven a los alumnos de la mano a través de los diversos itinerarios de aprendizaje. Las dinámicas grupales, el aprendizaje colaborativo, la mediación escolar y la desaparición de los libros de texto tradicionales serán algo común en menos de un lustro… si es que no lo son ya en determinados centros.

El Pacto que nunca llega

El actual Ministro de Educación en funciones, Iñigo Méndez de Vigo. (Efe/Fernando Alvarado)
El actual Ministro de Educación en funciones, Iñigo Méndez de Vigo. (Efe/Fernando Alvarado)
En este mismo medio, José Antonio Marina ha reivindicado durante los últimas meses un pacto de urgencia para llegar a acuerdos mínimos que permitan, al menos, ponernos de acuerdo en lo esencial. No es el primero ni muy probablemente sea el último, a juzgar por los datos de la encuesta. Un 79,6% de los consultados coincide en creer que no habrá ningún avance durante los próximos cinco años: el marco seguirá siendo inestable y poco consensuado, las leyes seguirán sustituyéndose al ritmo con que cambien los gobiernos y, sobre todo, sin que dé tiempo a que se pueda evaluar la verdadera eficacia de normas como la vigente LOMCE.
La tímida autonomía que han obtenido los centros potenciará las funciones del equipo directivo y permitirá la aplicación de pedagogías alternativas
En este sentido, el informe resulta lapidario. “La comunidad educativa no será consultada ni participará de forma activa en las modificaciones de la normativa educativa”, puede leerse en él. Además, consideran que la educación no pasará a ocupar un lugar prioritario en las agendas de las administraciones, ni económicamente, ni llevando a cabo un esfuerzo para dar prestigio a los profesores, ni fomentando el debate público. Así que si próximamente llega alguna clase de cantinela a sus oídos relacionada con este tema, no se preocupen: son cosas de las campañas electorales
Atenuando el carácter apocalíptico de gran parte del informe, este también reconoce que “sobre ese fondo pesimista, se detectan multitud de señales de cambio que muestran que el campo educativo está vivo, que se abren paso dinámicas transformadoras y que hay una realidad social que cuestiona, interpela y rechaza la parálisis institucional”. Tan evidente como que cunde la desesperación, también lo es que hay pequeñas revoluciones educativas, incluso a pequeña escala, que al menos reflejan una tendencia cambiante en la realidad educativa española. La tímida autonomía que han obtenido los centros por la conocida como ley Wert potenciará las funciones del equipo directivo y permitirá la aplicación de pedagogías alternativas o experimentales.
Veremos mayor flexibilidad del currículo, el desarrollo de competencias como la iniciativa emprendedora o un mayor peso de las asignaturas más instrumentales
Hay, no obstante, razones para el optimismo en otros aspectos: la diversidad cultural se integrará fácilmente gracias a la multiplicación de los planes de convivencia y los niveles de absentismo se reducirán sensiblemente (¿es que acaso pueden aumentar?), aunque los profesores consultados consideran que el abandono escolar temprano y el fracaso escolar son problemas prácticamente endémicos que apenas van a variar. ¿Qué otras cosas podemos esperar para dentro de cuatro años? Una mayor flexibilidad del currículo escolar, el desarrollo de competencias como la iniciativa emprendedora o el trabajo en equipo, un mayor peso de las asignaturas más instrumentales frente a las Humanidades, y el conocimiento de idiomas. En otras palabras: den la bienvenida al mundo de la empresa en los colegios.